«Hay que entender que en España no es de sentido común escribir sin ser una buena persona, porque los libros que pueden encontrarse en las librerías y que incluyen entre sus páginas sexo explícito y provocación gratuita están todos traducidos del francés: Michel Houllebecq, Catherine Millet, Virginie Despentes, Raoul Vaneigem, Ferdinand Celine, Jean Genet... Incluso los autores japoneses más incómodos los traducimos del francés.
Los españoles, salvo un par o tres, son probos ciudadanos, por lo tanto, su literatura es la literatura de escritores decentes. ¿Hay racismo en España? No. ¿Hay antisemitismo o machismo? Ni de coña. ¿Alguien tiene un mal día alguna vez y tilda de hijo de puta al conductor del carril vecino? ¡Que no, hombre! Eso, en Francia.»
Alberto Olmos