Durante la Segunda República, ni Francesc Macià en 1931 ni Lluís
Companys en 1934, proclamaron la independencia de Cataluña desde
el balcón de la Generalitat sino la República catalana en el seno de
una federación ibérica o de una república federal española. Con el
fin del franquismo y la conquista popular de la democracia, el Partit
dels Socialistes de Catalunya obtuvo el retorno del Presidente de
la Generalitat en el exilio, una Constitución española de inspiración
federalista y un Estatuto de autonomía muy superior al logrado durante
la Segunda República. Pero el pacto de la derecha catalana con los
sucesivos gobiernos españoles impidió que se instaurara un régimen
federalista auténtico. Ahora, frente a la opción del independentismo se
ha alzado, una vez más, la izquierda catalana, representada por el PSC,
fiel a su tradición federalista y a sus intentos constantes de construir, no
un Estado propio catalán, sino un Estado español apropiado y apropiable
para Cataluña.