«Para mis libros de viajes viajo alrededor de un tema. Y el tema de La máscara de África son las creencias africanas. Comienzo en Uganda, en el centro del continente, voy a Ghana y a Nigeria, a Costa de Marfil y a Gabón, y acabo en el extremo meridional del continente, en Suráfrica. Mi tema son las creencias, no la vida política o económica, y, sin embargo, en el ese extremo del continente las realidades políticas son tan abrumadoras que no pueden obviarse. Quizá un aspecto tácito de mis indagaciones fuera comprobar si existía la posibilidad de subvertir la vieja África con los métodos del mundo exterior. El tema tuvo validez hasta que llegué al sur, donde el choque entre las dos maneras de pensar y creer se volvió demasiado parcial. Los rascacielos de Johannesburgo no se erigían sobre arena. El mundo más antiguo de la magia daba sensación de fragilidad, pero al mismo tiempo poseía una cualidad de perdurabilidad. Uno podía sentir que sobreviviría a cualquier desastre. Yo esperaba que las prácticas mágicas variaran significativamente en la gran extensión de África. Pero no fue así. En todas partes, los adivinos querían "tirar los huesos" para interpretar el futuro, y la idea de la "energía", a la que se accedía mediante el sacrificio ritual de partes del cuerpo, era una constante. Ser testigo de ello, hacerse una idea de su poder, significaba retroceder hasta los inicios de todo. Llegar a esos inicios era el propósito de mi libro.»
V.S. Naipaul