Este libro cuestiona las conclusiones de los actuales estudios sobre la consciencia y rechaza la teoría de que nuestra experiencia del mundo se origine en conexiones neuronales; por el contrario, la consciencia emerge de nuestra interacción con el entorno. El autor explica que no somos nuestro cerebro, sino que éste da lugar a la consciencia al permitir un intercambio entre la persona o el animal y el mundo. Esto implica que nuestro cuerpo y nuestra mente están activos, y si cambiamos la forma de nuestra actividad, podemos cambiar nuestra propia forma, cuerpo y mente. ¿Dónde terminamos nosotros y dónde empieza el resto del mundo? No hay razón ?sostiene el autor? para suponer que la frontera crítica se encuentre en el cerebro o en la piel.