Con El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde
(1886), obra maestra de la literatura de terror con que se abre esta selección
de sus mejores narraciones de miedo, R.L. Stevenson volvió
a ocuparse de un tema que le preocupó durante toda su corta vida:
la dualidad de la naturaleza humana. Todo empezó con un sueño:
«Lo que soñé sobre el doctor Jekyll -confesó
el autor al New York Herald- fue que un hombre se ve obligado a
entrar en un armario e ingiere una droga que lo transforma en otro ser.
Me desperté y comprendí inmediatamente que había encontrado
el eslabón perdido que andaba buscando desde hacía mucho
tiempo, y antes de irme a la cama tenía muy claro casi todos los
detalles de la trama». Localizada en el corazón de un Londres
victoriano, la novela viene a ser una sucesión de testimonios procedentes
de varios testigos cuyo presunto fin es desvelar un misterio. Jekyll y
Hyde son como una entidad disociada en dos. Hyde es la personalidad demoníaca,
monstruosa de Jekyll, al que horrorizan las acciones de su doble maligno,
y simboliza el mal que Jekyll se reprime a sí mismo, el cual, una
vez liberado, no puede controlar. La edición, a cargo de Juan Antonio
Molina Foix, se completa con otros cuatro relatos: «Janet, la torcida»
(1881), historia que transcurre en Escocia en 1712, fue el resultado de
un concienzudo estudio de Stevenson sobre la brujería escocesa;
«El ladrón de cadáveres» (1881) aborda un hecho
real ocurrido en Escocia a comienzos del siglo XIX; en «Markheim»
(1884) vuelve a aparecer el tema del doble, pero el doble, en este caso,
es el diablo; y «Olalla» (1885), que también fue producto
de un sueño y plantea el contraste entre la prístina belleza
del escenario natural y la «antigua y ruinosa casa solariega» símbolo
de la degeneración hereditaria.