Corren malos tiempos para los nostálgicos del antiguo régimen. Los rígidos valores que antaño alimentaron
el espíritu patrio han quedado prácticamente diluidos en la actualidad. Pero aún hay valientes soñadores capaces de
entregar la vida por sus ideas. Este es el caso de Martínez, un tipo bastante facha que lleva tres décadas dándose de
bruces con la realidad. Su guerra está perdida desde el día que la inició. Pero la enfermiza tirria que siente hacia
separatistas, homosexuales, extranjeros y comunistas le obliga a enredarse, semana tras semana, en alguna disparatada
aventura en las páginas de El Jueves.