No quiero destripar el libro porque es preferible leerlo y bucear en sus magníficas páginas, pero sí quiero resaltar el acto de rebeldía que supone escribir un libro así. Es un grito de insurrección, un puñetazo encima de la mesa de los dogmáticos, un ya no me callo más, ya hemos tragado mucho en el fútbol sobre el control, los datos, los tests, las mediciones, las cifras para controlar lo incontrolable, mesurar lo inmensurable. Se acabó. La inercia no puede continuar. Vivimos centrifugados por la incertidumbre y la inteligencia reside en saber convivir con esa certeza, no en construir certezas que nos hagan creer que no existe la incertidumbre. Este nuevo ensayo minusvalora la dictadura de lo mesurable, la tiranía de los metódicos que quieren hacernos creer que sólo existe lo que uno puede medir. Óscar Cano le roba el aura a los estudiosos que se pasan el día cuantificado, fragmentando y extrayendo datos bajo el escudo protector de lo que ellos han bautizado como ciencia. Esa ciencia costumbrista y reduccionista, cuya quintaesencia curiosamente desmantela la propia ciencia, no es sino un eufemismo que oculta trabajos alimenticios, actividades crematísticas, coartada para la caza de protagonismo y cotización honorífica, y sobre todo el temor a convivir con la incertidumbre que supone el hecho de estar vivo. El libro es admirable, pero tener la osadía de escribirlo me parece más loable todavía. Óscar Cano se ha atrevido a ir contra todo lo impuesto, contra todo lo convencional, apostatar contra el dogma que impera en el fútbol. Se ha erigido en un nuevo hereje de los datos. Un cisne negro para los que intentan convencernos de que un juego nacido para solaz del proletariado es ciento veinte años después una ciencia exacta. Juanma Lillo65279;