Las obras de Aristóteles (c. 384- 322 a.C.), el discípulo más aventajado de Platón y su gran crítico,
concentran la totalidad de la sabiduría griega de la Antigüedad e inauguran la ciencia y la metafísica occidentales. La
fuerza de su personalidad impregnará toda la vasta Edad Media hasta la llegada de Descartes y la época moderna. Mente
metafísica a la par que científica, el filósofo ateniense se interesó tanto por el estudio de la Naturaleza como por la
antropología y la conducta de los seres humanos. Sus obras siguen siendo una guía de sabiduría vital. El espíritu de
Aristóteles, fascinado por la inmensa riqueza de la Naturaleza, no se conformó únicamente con investigar los hechos
objetivos, ni con la observación de las plantas, los animales y hasta de los cataclismos naturales. El anhelo que lo
embargaba lo impulsó a descubrir las causas primeras de las cosas y al escrutinio de la divinidad: Dios, como primero y
único motor inmóvil, era la causa final del mundo, y la filosofía, la actividad más noble del ser humano.