Durante aproximadamente cuatro siglos, el imperio otomano había sido uno de los estados más potentes de Europa, así como jefe de Oriente próximo. Hacia 1914 se había debilitado drásticamente y se había visto rodeado por numerosos depredadores que esperaban terminar con él. Tras la decisión de los otomanos de afiliarse a la primera guerra mundial del bando de las potencias centrales y gracias al suministro de armas y de consejeros militares por parte de Alemania, el imperio otomano entró en la guerra con entusiasmo, haciéndose cargo de los rusos en el Cáucaso y de los franceses y británicos en el norte de África y en el sur de Asia. Los ejércitos de la Entente rápidamente perdieron terreno al ser cogidos por sorpresa por las tácticas innovadoras y por las fuerzas militares de los otomanos, que resultaron ser sorprendentemente eficaces. Tal y como Rogan nos muestra, fue únicamente explotando las divisiones existentes en el mundo árabe, que las potencias de la Entente fueron capaces de fracturar a los otomanos y cambiar el rumbo de la guerra. Los tratados consiguientes establecieron el trabajo preliminar para el Oriente próximo moderno: las posesiones árabes de los otomanos se distribuyeron entre los vencedores franceses y británicos, cuyo control de Palestina y el norte de Irak tendría consecuencias desastrosas y perdurables. Rogan narra con maestría las batallas y las intrigas políticas desde Galípoli hasta Damasco. La caída de los otomanos muestra cómo un conflicto europeo se convirtió en una conflagración global.