En el contexto de evolución funcional de las A. C. C., en el que desde su originaria provisión de información generadora de confianza han pasado a convertirse en instrumentos de las políticas reguladoras, y así pues en una realidad actual tan condicionada por la óptica de la evaluación del riesgo y el impacto de unas calificaciones que despliegan sus efectos en multiplicidad de ámbitos, se pone de manifiesto de una forma ostensible, el poder que tienen las A. C. C., en los mercados financieros en general, y en el mercado de valores en particular.
Pero ahora bien, el poder real que tienen las A. C. C., en los mercados financieros no se corresponde con la responsabilidad que dicho poder debería de implicar. Por el contrario, existe una cierta percepción de la impunidad de que han venido gozando tanto las A. C. C., como sus directivos y analistas, basadas en la calificación de los rating como opiniones, lo que ha permitido ir definiendo un área de impermeabilidad en torno a los mismos.