No es agradable despertar a medianoche en el tejado del internado en calzonzillos sin entender cómo has podido llegar hasta allí... solo recuerdas que estabas soñando con una gata blanca. No es agradable que tus compañeros de colegio te graven con sus móviles y sospechar que dentro de poco aparecerás en YouTube. No es agradable que te expulsen temporalmente por lo ocurrido, aunque no tengas ninguna culpa. Pero lo que no es nada, nada agradable es saber que mañana estarás con tu familia en casa, donde ser un chico de diecisiete años bastante normal es, precisamente, lo raro.