Este documento impresionante construido con más de 300 fotografías tomadas por Edward Sheriff Curtis entre 1907 y 1930, es un homenaje a la dignidad de los indios norteamericanos, un pueblo que fue prácticamente destruido. Durante esos años, Sheriff Curtis realizó a su manera un verdadero registro de las culturas nativas de Estados Unidos y Canadá, todo un estudio etnográfico cargado además de belleza, respeto y fascinación.