Después de un horrible desengaño amoroso, Lydia decide dedicar todos sus esfuerzos en gestionar el trabajo de su padre, un famoso egiptólogo, y en defender su honor, pues se le acusa de haber enviado algunas falsificaciones desde Egipto. James Durham, el frívolo vizconde de Sanburne, ha recibido una de esas piezas y está convencido de que ella lo sabía de antemano. Gracias a James, Lydia se entera de que se ha urdido un complot para arruinar a su familia, pero ella no necesita la ayuda de uno de los hombres más deseados de Londres, y, desde luego, no tiene ningún intereés en que él la conquiste. El guapo vizconde le sorprenderá y Lydia se verá envuelta en un peligroso juego de seducción en el que aprenderá que el mayor peligro se halla en las secretas motivaciones que Sanburne guarda en su corazón.