Un espíritu en Haití es mucho más que un espíritu. Es un alma libre, una corriente de energía que escapa de los templos, circula por doquier, anida en los rincones de las casas y se aloja en el interior de las personas. Hay muchas religiones en el mundo, pero ninguna como el vudú, donde el dios, el loa, se monta en el creyente, lo toma, lo maneja, lo mima y si el espíritu quiere, le trae el bien. O el mal…
Hay una parte del cielo que la gente niega, y a veces nos topamos con ella sin quererlo. En mi caso, el cielo de Haití se abrió sobre mí y me arrastró hacia un destino insólito. Este es mi testimonio, y el de las personas que junto a mí lucharon contra una montaña de creencias en el país de los espíritus. Esta historia me vapuleó como una garra sombría, y, por eso, mi intención al relatarla tal vez sea un deseo de autoprotección, un amuleto frente a esos espíritus que me acechan, un burdo deseo de que todo haya terminado…