En un jergón del cuarto de las campanas, el robusto canónigo sacia su frenesí sexual con la delicada esposa del contable; el campanero cómplice espía por una rendija; la momia del obispo insepulto, desvelada por la visita de doña Carmen Polo de Franco, vaga por los lóbregos corredores y aposentos; el fantasma del Condestable asesinado frente al altar mayor ha olvidado las batallas, pero aún evoca el armonioso trasero de doña Guiomar arrodillada en su reclinatorio; el aviador alemán que se enamoró de los tejados dela Catedralmientras bombardeaba la ciudad; maestros de obras y arcángeles, canterios y místicos, santos y pecadores…