Me gustan sus cuernos quedó finalista en el XVII Premio La sonrisa vertical por decisión unánime del jurado.
No es la primera vez que el periodo histórico de la Inquisición en España ha inspirado a escritores que extraen materia literaria de toda índole de sus temibles y sombrías persecuciones, juicios y condenas. Pero pocas veces ha dado pie, con el ingenio de esta novela, a una obra literaria en el género del erotismo.
Recientes obras en una iglesia de Sevilla provocan el descubrimiento de un comprometedor legajo del siglo XVII, que contiene las declaraciones que, ante un tribunal de la Inquisición, realizaron varias mujeres sobre un seductor que decía llamarse Juan Tenorio. Un cura de la parroquia sevillana, alarmado por las amenazas anónimas que recibe desde que posee el extraño manuscrito, llama a la joven investigadora Laura para que lo estudie y descifre sus enigmas. Cada vez más intrigada y excitada, ésta, mediante la lectura apasionada de los testimonios de las poseídas por el demonio de Eros, va dando a conocer al lector desde la confesión de una mujer que asegura haber mantenido relaciones sexuales «muy satisfactorias» con el diablo hasta la de una embozada a quien Don Juan sedujo contándole la historia de un guerrero que se «enfrenta» a doce mujeres en una sola noche. Y es que, como gradualmente revelan las actas inquisitoriales, ese nuevo y misterioso Don Juan, en su afán seductor, es no sólo capaz de aparecer bajo distintas formas perversas, sino de encandilar a cualquiera con sus fascinantes dotes de narrador procaz. ¡Hasta las santas monjas de un convento afirman haberse entregado a él sin reservas ! Y, mientras avanza la lectura a la vez gozosa y tensa de Laura, se va cerniendo sobre ella y el cura la amenaza de personas influyentes que, por razones que el lector irá poco a poco descubriendo, han decidido preservar a toda costa el aura mítica del que ellos creen ser el verdadero Don Juan. Y, mientras el peligro les acecha desde fuera, otro riesgo más sutil, más privado, empieza a atenazar a Laura y al cura en la intimidad de la sacristía…