Era nuestra tierra es una novela envolvente, torrencial, perturbadora, que nos cuenta el auge y el declive de una estirpe de colonos franceses afincados en Argelia. La familia Saint-André tiene seiscientas cincuenta y tres hectáreas de trigo, naranjales y olivares en Cassagne, en la zona beréber de Dahra, una magnífica hacienda de buenas tierras cristianas con acacias y palmeras abrasándose al sol en suelo argelino. Ernest y Hortense viven durante años en el paraíso terrenal con sus tres hijos, Antoine, Claudia y Marie-Claire, pero la guerra arrasará con su hacienda y les obligará a escoger entre la muerte y el exilio. En pocos años, asisten al desplome de un mundo en el que no se cuestionaba la superioridad de la civilización francesa y en el que el asesinato de un europeo se pagaba con la muerte de cien árabes. Todas las historias coloniales terminan del mismo modo y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Mathieu Belezi se sirve de una prosa hermosa y precisa para contar una historia sin concesiones ni amaneramientos. Como afirma Abilio Estévez, traductor de la obra, "Era nuestra tierra se lee como las mejores novelas de Faulkner. Y los Saint-André merecen figurar entre las familias más grandes de la literatura europea contemporánea".