Precisa, elegante, concisa, «Una chica en invierno» es la última de las grandes obras de Larkin que quedaba por publicar en castellano. Una historia de invierno y de verano, de guerra y de paz, de exilio y de hogar, y también una de sus piezas más sinceras, en la que se entrelazan huellas de su propia biografía. El autor nos sumerge magistralmente en la opresiva atmósfera del crudo invierno inglés en plena Segunda Guerra Mundial. Katherine es una joven refugiada que trabaja como bibliotecaria en una gris ciudad inglesa. Hastiada de su trabajo y de la vida en general, lo único que le hace mantener la esperanza es la perspectiva de un reencuentro con el que fue su primer amor. Así, en las horas previas a su cita, Katherine revivirá las idílicas vacaciones que supusieron para ella la pérdida de la inocencia y el paso a la edad adulta. Ahora Robin, el protagonista de aquel crucial verano, tan glorioso como mortificante, tan radiante como precozmente crepuscular, podría poner fin a su monótona vida y arrancarla para siempre de las garras de la frustración.
Un pequeño clásico que no ha dejado nunca de seducir por su delicado uso del lenguaje y su descarnada belleza.