Antes de morir, borracho y olvidado, Jim Thompson se despidió con esta novela. Era consciente de que en
ella volcaba todas sus obsesiones, toda la crítica a los valores morales que habían marcado su larga carrera, toda la
angustia que le había llevado al alcohol, el LSD y la desesperación, convencido de que, al contrario de lo que predecía
la crítica, sus novelas no morirían con él. Confirmaba así que su vida también estaba marcada por esa frase que guiaba
todas sus novelas. "Hay un solo argumento posible: las cosas no son lo que parecen". En esta sorprendente y valiente
novela, también. Allen, un joven negro criado por una madre blanca y que le ha sometido a abusos sexuales, dolor y
soledad, sabe a sus dieciocho años que sólo puede evitar el terror que siente ante las chicas de sus edad humillándolas.
Inteligente y cínico, descubrirá cómo ejecutar una venganza tan inesperada como cruel. Será mucho más fácil de lo que
había pensado. Allen, como la mayoría de los antihéroes de Jim Thompson, cómo él mismo, se enfrenta a su peor enemigo:
su propia condición humana. Desinhibido de cualquier atadura, Thompson culmina su carrera con una novela repleta de
símbolos, de violencia y de sexo. Un retrato imprescindible del maldito siglo XX.