Para poder amar de forma incondicional hay que demostrar ser una reina con la corona bien puesta, valiente,
honesta y emocionalmente independiente. Las reinas tienen que estar orgullosas de lucir sus coronas, de hacerlas
brillar con su luz interior y nunca, en ningún caso, desprenderse de ellas, aunque para ello tengan que dejar atrás a
determinados caballeros enfundados en una armadura que con el tiempo se ha ido oxidando cada vez más. Esta gran fábula
sobre la vida y los sentimientos, concebida a modo de brillante metáfora por Rosetta Forner, nos recuerda que jamás hay
que perder ni una pizca de autoestima y nos muestra cómo hay que superar el pasado y tener fe en las posibilidades que
brinda el futuro para encontrar o conservar el amor verdadero y comprender la plenitud de su significado.