«Me llamo Manuel Pastrana y soy subteniente de la Guardia Civil. He estado infiltrado en ETA dos años y he sido el tipo que más información ha manejado sobre la organización. He mandado en el GAL y participado en el 23-F, entre otras muchas misiones del servicio. Me han disparado y he disparado, pero no he matado. Sí he prendido fuego, preparado bombas, huido, engañado y manejado mucho dinero. He decidido contar las cosas hoy, cuando la memoria sigue siendo mía». Un guardia civil que casi nunca ha llevado uniforme, con melena hasta los hombros y pantalones vaqueros de campana. Quien a los diez años tenía que cuidar de los cerdos de su casa y a los doce era peón de albañil, recibió el destino en un puesto de «castigo» en el sitio más peligroso del País Vasco en los años de plomo, como quien recibe un premio. Y así empezó todo. A partir de ahí, vivió duros años infiltrado en ETA, en una guerra sucia que libró porque «alguien tenía que hacerlo». Guardó kilos de goma-2 en su domicilio; fue amigo de Paesa, con quien había participado en Sokoa; testigo de la huida de Luis Roldán; compañero de Tejero cuando el 23-F; controló tres grupos del GAL en diferentes etapas? Las memorias de una vida que, por momentos, parece una fantasía. Aunque la mayor parte de ella ha estado en el ojo del huracán.