La infancia es la gran fábrica de nostalgia. El rosebud al que regresar. Pero para la generación perdida que la crisis ha arrollado, los nacidos en los ochenta y los noventa, la nostalgia de la infancia se ha convertido en un refugio trampa: una madriguera confortable de la parálisis, del pensamiento hacia atrás, de la melancolía.
Con una escritura electrizante y un tono biográfico e intimista, Lucas Martín reflexiona sobre el imperio del peterpanismo en su generación y examina los mecanismos de funcionamiento de la nostalgia: su relación con la literatura y la revolución digital, con el urbanismo, con el amor y con el eje central de este ensayo: la necesidad de volver a la infancia.
De Proust al tacón de Dorothy. De los veranos en Torremolinos a la primera visita al Calderón de la mano del abuelo. De Perec a Lacan. De Ferdydurke a la bisabuela Francisca. «La nostalgia, vieja sonda. Goteo cruel, atolondrado, vagamente rítmico, irrefrenable. El placer de amasar nostalgia nos llevará a la tumba», advierte. Lucas Martín ha escrito la crónica de los niños perdidos del siglo XXI.