Hay amores eternos que duran un fin de semana. En el transcurso de un viaje en tren, Marcos recuerda el verano de 1970, cuando, siendo un adolescente, pasó unos días de vacaciones en Molinosviejos, el pueblo de su abuela. Allí, en medio de un bucólico paisaje de campos de cereales, estanques y molinos, Marcos conoció el amor, descubrió su sexualidad, sufrió el odio, la intolerancia, y vio como su vida cambiaba para siempre.
Su hermano Gus, la abuela Palmira, la prima Elena, Max el hippy, David y los «Hijos del General» -jóvenes defensores de la dictadura- pueblan los recuerdos de Marcos. Pero entre todos ellos destaca uno: el de Álex, el joven molinero que le mostrará una realidad hasta entonces desconocida.