Por mi gran culpa quizá sea la primera y única novela narrada y
protagonizada por Dios. Adán y Lidia —que en realidad se llama
Eva— son una pareja que de repente ve truncada su aparente felicidad
después de recibir una inesperada llamada. Tras ese incidente, Eva, que
durante el tiempo que ha compartido con Adán se ha hecho pasar por
otra persona, ocultando su verdadera identidad, se ve obligada a huir
precipitadamente para tratar de evitar que recaigan sobre ella y sus seres
queridos las nefastas consecuencias fruto de un grave error cometido
años atrás. Durante ese frenético viaje que va a durar apenas 24 horas, y
que va a acabar enfrentándola a Tarasca, un narcotrafi cante y proxeneta
que rivaliza en crueldad con el mismísimo diablo, Eva va a estar
acompañada de un viejo y misterioso taxista —a la postre el narrador de
esta historia—, que no es otro que no es otro que el trasunto de Dios. Un
dios débil, dubitativo y atormentado.
Transitando por la mejor tradición del género negro, ambientada en
diferentes localizaciones y salpicada de inesperados saltos temporales
que ayudarán a descifrar las razones del siniestro destino que les aguarda
a los personajes, en esta trepidante novela el lector será testigo directo del
eterno enfrentamiento entre el Bien y el Mal, un enfrentamiento
masculino y machista en el que, de forma irremediable, siempre salen
perdiendo las mujeres. Subyace, por tanto, una sutil pero contundente
denuncia de la violencia de género.