La seta, con su lengua venenosa, sólo veía los defectos de los demás. No se curará hasta que no haga el esfuerzo de mirarlos con buena cara.
Hay muchas, muchísimas setas repartidas por los bosques del mundo. Y todas, absolutamente todas, van con sombrero: hay sombreros grandes, pequeños, altos, bajos, de color amarillo... La seta de este cuento tenía el sombrero grande, alto y de color rojo. Pero un gran misterio rodeaba a la seta del sombrero rojo: tenía la lengua venenosa, ligeramente venenosa.