Treinta años después de la muerte de Verónica, a su hija se le revela que en realidad fue asesinada, que todos en su familia lo sabían y se callaron. Olivia repasa sus recuerdos de adolescencia preguntándose quién pudo tener motivos para matarla aquel verano de 1918 en el que su madre se enfrentó a las normas de la sociedad española cambiando a la familia para siempre.
El gusto por los jardines, el hedonismo, las fiestas, todo ello convive en la figura desconcertante y poderosa de Verónica. Olivia, mientras asiste al descubrimiento de su propia sexualidad aquel verano, se esmera en comprender las reacciones y motivaciones de su madre. Así, Verónica avanzará sin remedio hacia su funesto final, que circunda una trama impecable y sombría de consecuencias inesperados.