«Miguel Ángel Arcas llamó a algunos de sus anteriores aforismos “aforemas”. Estos podrían ser gatoremas, o aforatos, porque se van por los tejados de las casas y por las calles, y por esos mundos de Dios, y por los desiertos de la tierra, y por las estepas de los sueños. Son aforismos errátiles y a la vez herramentísticos: nos sirven como herramientas que utilizar cuando estamos perdidos.
Creo que quien se adentre en este libro saldrá con una imagen aproximada y certera de su autor: un gato panza arriba que ha venido al mundo para gozarlo, y sufrirlo, y pensarlo, y cantarlo, y desmenuzarlo, y chuparlo hasta dejárnoslo como una raspa brillante de sardina.
Aquí están Miguel Ángel y sus aforismos (perdonen lo redundante de la expresión): inteligente y ácido, bondadoso y gamberro, sabio y desmelenado, irreverente y fervoroso. Como está obligado a ser un escritor. Como está obligado a ser un gran gato.» (Carlos Marzal