Mi nombre es Eduardo. Soy un chico cuyo desarrollo ha sido diferente y cuando me pidieron las autoras de este libro que escribiera sobre mí acepté gustoso aunque no pensé que fuera a resultarme tan difícil.
Sufro el poco común síndrome de Asperger, que es uno de los patrones diagnosticados hasta ahora como Trastorno del espectro autista. Para mi tener discapacidad es algo con lo que he convivido todo este tiempo desde pequeño y a decir verdad es algo que no me revelaron hasta hace muy poco y de lo que no tuve conocimiento hasta que me lo hicieron saber siendo ya adolescente.
Desde pequeño resultaban extraños muchos de mis comportamientos y actitudes. Muy pronto a los 6 años empecé a presentar problemas de habilidades sociales, pero ninguno de lenguaje y del desarrollo, y a estos se sumaron problemas de conducta –todo lo contrario, que cuando era mucho más pequeño (desde bebé hasta los 2 años) pues según me contó mi madre apenas lloraba.
Cuando empezaron a aparecer esos problemas en el colegio yo no me daba cuenta de nada de lo que hacía, y lo único que conseguía era castigos y castigos por mi comportamiento. Los años iban pasando y yo tenía un nivel de desarrollo de crecimiento un poco inferior respecto a los demás chavales de mi edad, entonces a los 9 años los problemas de conducta se agravaron y esto unido a mi dificultad para expresarme con la gente me jugó malas pasadas y disgustos. Muchas veces había situaciones muy difíciles en las que me costaba mucho desenvolverme por mí solo y requería mucho apoyo de los profesores, también empezaron los problemas con los demás (compañeros y profesores) en el colegio. Por todo ello mi madre decidió cambiarme de colegio. Aquella etapa fue de las etapas más duras que todavía recuerdo ya que había un mínimo avance en mi desarrollo y en mis habilidades y necesitaba mucha ayuda por parte de los profesores. Las habilidades sociales siempre fueron mi punto débil a la hora de relacionarme con los demás compañeros del centro educativo y también de poder expresarme hacia los demás. Cuando empecé Educación Secundaria las cosas fueron todavía peor pues aunque yo tenía bastante buen uso de la memoria, seguía estancado en el ámbito de las habilidades sociales y en el aprendizaje sin presentar ningún cambio favorable todavía. En este momento es cuando más se complicaron las relaciones con los chicos de mi edad, nadie se relacionaba conmigo y me trataban diferente al resto e incluso me trataban como a alguien raro.
A los 15 años ya era un adolescente, estaba en el instituto y experimente mi gran cambio. En esta etapa con la ayuda de mis padres y de personas de apoyo ya estaba más o menos centrado en mis objetivos y es cuando empecé a darme cuenta de que la vida es un gran reto y que el tener discapacidad no te hace diferente al resto de la sociedad, sino igual que todos, porque tener discapacidad no es algo en lo que haya que buscar excusas o poner inconvenientes o barreras de cualquier tipo para ser mejor persona y madurar día a día. Los años seguían pasando y entonces poco a poco fui transformándome en casi todo, el comportamiento impulsivo desapareció casi por completo, conseguí lo que durante muchos años había sido un gran problema para mí.
Ahora tengo 23 años y soy una persona muy distinta a la que era, he cambiado muchas cosas tanto físicas como de mis características personales y gustos. Ahora puedo mirar atrás y reconocer que por mis errores he perdido muchas cosas positivas y oportunidades que podría haber conseguido fácilmente, pero también me quedo con muchas cosas positivas que con esfuerzo y ganas me hicieron abrir los ojos para seguir avanzando y trabajando para mejorar y así mientras los años pasen, seguir aprendiendo y conseguir nuevas metas y objetivos para que en el futuro pueda estar satisfecho conmigo mismo.
Eduardo
Este texto es el testimonio de un chico con un Desarrollo Diferente, que nos gustaría que sirviera al lector para enmarcar el contenido que verá en los próximos capítulos de este libro. Gracias Eduardo por tus palabras y por compartir tus vivencias con nosotros.