María Sabina fue mucho más que una curandera indígena mexicana: Soy sabia desde el vientre mismo de mi madre, solía decir. Nacida a fines del siglo XIX en Oaxaca, tuvo la dura infancia de los campesinos pobres: hambre crónica, faenas agrícolas, matrimonio adolescente. Descubrió por sí misma el poder curativo de ciertos hongos, los niños santos, que, mediante visiones luminosas, le transmitieron el conocimiento milenario que ella iba a emplear para curar a cientos de personas sufrientes. Casada dos veces y dos veces viuda, tuvo muchos hijos, pero casi todos fallecieron pronto. A mitad del siglo XX, su fama se disparó fuera de su entorno inmediato, a causa de su encuentro con Robert Gordon Wasson, exitoso banquero que se confirmaría como el pionero de la etnomicología. A partir de entonces, Huautla, residencia de la chamana, se volvió lugar de peregrinación de hippies, científicos, escritores o gente en busca de un estado alterado de conciencia, y durante su vejez María Sabina padeció el activo rechazo de sus vecinos por haber compartido sus saberes ancestrales. En este libro, Álvaro Estrada nos ofrece una au