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conservo una fotografía en la que aparezco pequeñito con un abecedario en las manos. La fotografía está debidamente coloreada y forma parte de una serie: en una sostengo un mapache de goma, en otra luzco una gorrita verde, en otra le sonrío al fotógrafo. Se trata de fotografías comunes y corrientes, pero no sé por qué la del abecedario me inquieta. Tal vez porque en ella me veo analfabeto y curioso, sin sospechar que en ese instante tenía el mundo en mis manos. Ese mismo mundo que ahora me empecino en abarcar con palabras. Inútilmente, además.